Adelita se sienta en el
mismo banco a ver pasar la gente, todos los días.
Una casa tiene muchas
cosas que hacer. Hay que fregar un plato, un vaso, una cuchara. Hay
que orear las sábanas y luego estirarlas y mullir la almohada a
palmadas y para que todo esté bonito y limpio hay que pasar luego la
mano y quitar las arrugas y con la punta de los dedos, hacerle un
dobladillo a los encajes y sentar abierta de piernas en mitad de la
cama una muñeca tan vieja como ella vestida de un raso azul celeste
con lacitos en blanco, que el portugués le había traído de uno de
sus muchos desembarcos en la casa, desde tierras lejanas. Hay que ir
por el pan y la loncha de queso y los yogures. Hay que ordenar los
frascos de perfume de la peinadora, y foto por foto, quitar de encima
el polvo de tantos, tantos años, todos los días. Hay que ponerle
una vela a San Antonio. Hay que regar la begonia y los jazmines. Hay
que tender en el cuarto de baño tres sostenes y la faja. Hay que
hacer café. Barrer la cocina de pelusas y de babas. Hay que tomarse
las pastillas. Poner comida al gato. Sobrevivirse al espejo y
pintarse las mejillas, los labios, el alma de colores y salir a la
calle a ver si hay en el mundo alguien que la quiera, aunque sea un
poquito.
Adelita estuvo en el
psiquiátrico. Cuando era joven. Aún tenía carnes en el cuerpo. Eso
era cuando al portugués aún le gustaba llevarla a la última butaca
del cine y bajarle las bragas con sus manos de herrero de buques
mercantiles. De eso hace mucho tiempo, y no quiere acordarse.
Adelita se viste como un
truco. Con ropa de antes de la guerra, como de maniquí de una
revista parisina de moda de los años cincuenta. Se calza unas medias
color muy carne porque tiene pelo en las piernas y unos zapatos de
charol de los que ya sólo se ven el los bares de alterne de alguna
carretera secundaria, o en Oz, tal vez, en un fumadero de opio
nepalí.
Adelita tiene los ojos
hundidos como bolas de plomo en el aceite de freír el pescado; pero
si mañana fuera el fin del mundo, ella aún seguiría allí, sentada
esperando que pasara entre la gente, un cisne blanco.