A veces me pregunto que habrá sido de
ellos.
Los echo de menos, porque en el fondo,
eran mis fantasmas.
¿Seguirá mi padre fumando allá en el
cielo?
Porque mi padre fue al cielo. Estoy
seguro.
No puede haber un Dios tan cabrón.
El miedo. Ese miedo. Miedo a saber la
verdad.
Los espejos no pueden mentir. Lo tienen
prohibido.
Se romperían.
Por eso nos escupen a la cara.
O por eso susurran, así bajito, hoy te
has levantado muy bonita.
Depende de quién, se ponga delante.
Seguro que mi miedo, ese miedo,
va por ahí cerrando bares todavía, y
hablando con la máquina del tabaco.
¿Que habrá sido de mí? De aquel mí.
Del asesino de guitarras.
Del hombre bisturí.
Del mercenario.
A veces me pregunto si aún le quedan
lágrimas,
o se ha secado como un trozo de mierda.
A veces me pregunto si a vivir, se
aprende tarde, y otras,
sólo tengo que acordarme,
de cuando lo más importante para mí,
era siempre yo.