" -...en el año de nuestro señor de 1954."
Nuria ha muerto.
Ha saltado por una ventana de la casa cuartel. No estaba muy alto, pero sabía exactamente donde caer.
-...y dicen que tenía tres lanzas del águila clavadas en el pecho. Le salían por la espalda. Se lo acabo de escuchar a la enfermera Juana. En el pasillo.
Olaia se ha quedado mirando a ninguna parte. Las palabras de Marta hacen eco en su cabeza como una mala borrachera, un mantra, un taladro, como un martillo. Como si no fueran verdad: " Casi la entierran con la estatua de lo que costó desclavarla"
Mirando un punto infinitesimal en ningún sitio , cuasi invisible, sub-atómico, far far away. Y por ahi, por un agujerito tan chico, Olaia ha desaparecido. De pronto ya no está. Su pellejo está en el suelo desinflado como un globo tres días después de un cumpleaños. Marta ha intentado rescatarla del vahido, salvarla del impacto contra el planeta tierra; pero como no tiene brazos...
Olaia se ha caído tantas veces... aunque siempre se levanta, qué remedio, ahora mismo, está abriendo los ojos y diciendo, no es verdad, te lo estás inventando. Y se ha vuelto a desmayar. Volverá a levantarse. Siempre lo hace. Qué remedio.
Al día siguiente es otro día y al siguiente otro día mas, dias de ¿ Olaia dónde está? ¿La viste?, de Olaia caminando pegada a la pared como una monja, de Olaia triste como un sauce, ¿alguien la ha visto? ¿ Dónde esta Olaia? Y al dia después del dia siguiente apareció por las cocinas diciendo, tengo hambre, y sin pedir permiso cogió una manzana del frutero y la mordió. La cocinera no dijo nada. Le vio los ojos. De donde fuera que había estado esos dias nublados, se había traído algo consigo. No se veía. Pero allí estaba y nadie sabía lo que era.
Y ahora ya es domingo. Día de visita. Eugenio no ha venido. Lo echa de menos.
-Estás, diferente. ¿Y tu lazo?
-Lo perdí en la excursión.
-Con lo encantada que estabas con ese color. El próximo domingo te traeré otro igual.
-No importa, mamá. Sólo era un lazo.
O hace mucho que no llueve, o Catalina ha perdido el olfato. No otea el horizonte desde...
-¿Seguro que no escucha?
- Nada, mamá. Como una tapia.
-¿Y no ve nada?
- Y ahora vas a decir que cómo se puede vivir así. Pues se puede. Ella puede.
- No, hija. Iba a decir que esto es para ti.
Una carta.
-Si alguna vez quieres saber quien es tu padre, ábrela.
Unos metros más allá, la enfermera Juana se deja seducir por los modales de un Don Quijote encantador que dice que no ha visto en su vida una piel tan brillante, unas cejas tan finas, a pincel, tanta carne y tan mansa, que cómo alguien así no va a dejarlo entrar con el paquete. ¿Porque me va a dejar entrar, verdad, palmera del desierto, dulce de leche, diosa, que es usted una diosa?
- Es que es enorme, Don Eugenio. Si no cabe por las puertas...y además, ¿ qué es? Porque yo de usted no me fío.
-Una sorpresa mujer, ¿ no lo ve?
- Veo una caja de madera de dos por dos metros con un señor a cada lado con bigote y los brazos de mármol. ¿Qué trae dentro? ¿La torre Effiel?
-Pero las otras cajas son más pequeñas....
A metros, Olaia le está diciendo a Papá Ramón que le deje el mechero. Que para qué, si ella no fuma ni que él se entere. Se lo da. Y Olaia vuelve donde la Vasca dejando a Papá Ramón enfrascado en una sutil conversación con otro padre de visita: "Los cojones. Donde se ponga una pierna de ternera con sus patatitas y..." Porque el otro le ha dicho que hace poco han estado es París, qué gran ciudad, cuanta luz, que croissants...
Olaia le ha prendido fuego a la carta. Arde entera encima de la mesa. Con todos sus secretos dentro.
-Todo está bien así, mamá. Siempre lo estuvo.
-Qué mayor te me has hecho de repente, hija. Yo...
No sabe qué decir. Pero tampoco hace falta. Y además por ahí viene Eugenio con los brazos en alto gritando que mira lo que traigo, lo encontré en una subasta y me acordé de ti. Y en el revuelo todo brilla más mientras los mozos se afanan abriendo cada caja, montando cada pieza ante el asombro de las niñas, de sus padres, de la directora...
- ¡Hombre de Dios! Es usted un loco.
¿Pero qué es eso?
Un Tiovivo. Dieciocho caballitos al trote. Todos con sus nombres pintado en la montura y las crines al viento.
22 de octubre de 2017
15 de octubre de 2017
Olaia y la montaña mágica, capítulo 18
Así
que ahora Marie de la Montagne era cómplice. De lo que sea que
estuvieran haciendo. La cara que puso cuando Belinda le dijo que
tenía que jurar con saliva.
“-Esto
no significa que seamos amigas”.
Manolito
el de la Cuesta-porque vivía al final de una cuesta, claro, muy
larga muy larga al termino del municipio que subía resoplando y
bajaba rodando como una pelota-, era en realidad un pleclaro, un
hombre sabio y dado a los silencios que venía de todas partes y no
iba a ningún lado, y que aunque hubiera recalado hacía tiempo ya
allí en el pueblo por no recuerda qué, nunca volvería a ningún
sitio, y de no tener patría, así, ni dios ni una bandera, al cabo
de los años terminó por hablar solo por la calle no se sabe con
quién. Decía, que en el futuro-se sabía de memoria todos los
libros de Verne- la gente haría lo mismo con algún artefacto
invención del demonio y nadie diría que era raro porque lo haría
todo el mundo. Pero por entonces era raro. Los vecinos mascaban que
estaba cada vez más loco y que a saber en qué agujeros había
estado y haciendo qué cosas que lo mismo hablaba en alemán con una
farola del parque que inglés con las macetas de geranios que
islandés con el reloj de pared que ruso afeitándose, cada tres o
cuatro meses, si acaso, enfrente del espejo.
-No
hay nadie.
La
señorita Marie y una fila de niñas con carpetas y un lápiz y una
bolsita de plástico con un bocadillo en la otra mano de tortilla,
han salido temprano de excursión a visitar la casa del poeta local,
que nació aquí y aquí murió de una piedra muy gorda en el riñón
justo en el número cuatro de esta calle.
-¿Y
a qué hora abren, sabe usted?
-No
abren. Lo cerraron.
-Bero
ahí dize abierto de nueve a doze y de...
-Lleva
ahí puesto veinte años y nunca he visto entrar a nadie, niña.
“-...y
creo que les vendrá bien tomar un poco de aire fresco después de
todo lo que ha pasado. ¿No cree? Su marido está impecable en esa
foto, señora directora, hacen ustedes una pareja tan...
-Pero
tenga usted muchísimo cuidado, señorita Marie, lo que menos falta
le hace ahora a este centro son más problemas. La hago totalmente
responsable de esto, usted sabrá. No sé si aún no es pronto
todavía para...
-Saldremos
a las siete. Verá como vienen de otro color.”
-¿Y
qué le pasa a esa?
Belinda
le ha cogido la mano a Catalina y la ha llevado con ella dos pasos
más atrás bajo las faldas de Olaia.
-No
oye. Ni habla.
-Ni
ve...Joder. Parecen ustedes un circo.
-¿Pero
cómo se permite esas licencias señor como se llame usted?
-Soy
el loco del pueblo dicen señora, menos bailar con la más guapa, me
lo puedo permitir casi todo.
-No
tiene usted es el más mínimo tacto.
-Pero
tengo queso. Y un patio. ¿Tenéis hambre, niñas?
-Yo
ziempre dengo hambre.
-Belinda...
-Ez
que dengo hambre señorita.
-¿Y
tú con qué comes? ¿Metes la cabeza en el plato o...?
-Ze
las comió un mono del barque. Se llama Marta.
-Ya
está bien Belinda, ni una palabra más, y usted, señor como se
llame, deje de decir barbaridades o...
Dos
horas más tarde Leonor está metiendo una ramita seca en un
hormiguero del patio y Marta enseñando al señor como se llame a
comerse una manzana sin tocarla con las manos y Olaia y la señorita
Marie y Catalina, que habían salido sin decir para qué hace un
rato, acaban de llegar de darle una batida al pueblo sin haber
encontrado el menor rastro de olor a pescado y se han refugiado a
urdir más planes bajo la sombra de una higuera en el patio:
-No
se mueve una gota de aire. ¿Será por eso?
-No,
profesora. Si oliera a pescado, Catalina ya estaría como esos
canarios de las minas, inquieta, algo, ya sabe, eso que hace con la
nariz antes que llueva y luego llueve. Y hoy no hay mercado. ¿Qué
hacemos ahora?
La
manzana de Manolito siempre termina en el suelo. Se ríen. Desde la
sombra de la higuera Marie de la Montagne le lee los labios a señor
como se llame:
-Se
llama Casi. No lo toques, que araña.
-Nozotraz
también tememos un gato. Se llama Marfelino.
-¿Os
dejan tener gatos en ese colegio?
-No.
Eztá ezcondido. En la cazita de los trastos de jardín. Come de
todo. Ya eztá muy grande.
-A
este me lo encontré rebuscando en la basura. Le tiré una piedra.
Pero no le dí. Y al otro día otra vez estaba allí. Tampoco le dí.
¿Y tú que tienes, guapa?
-Se
me olvidan las cosas.
-Y
zabe escabarse de cualquier barte.
Amarula
en cambio lleva todo el tiempo callada.
-¿Qué
siznifica “Joder”?
-Pues
vale para muchas cosas. Si algo te asombra, dices, joderrrrrrr, con
una erre larga siempre y los ojos como platos.
-¿Y
para qué maz?
-Si
te das en el dedo pequeño del pie un golpe con la pata de una silla
a oscuras cuando vas de noche al baño, dices joder.
-¿Con
una erre muy laaaaarga?
-No.
Con un guión en medio y en mayúsculas, y a cada lado, un signo de
exclamación y dos culebras y si cabe un rayo.
-Eze
me guzta, porque tiene dibuhitos.
-También
puede usarse cuando has roto algo. Un plato, un corazón, una
promesa...Oye, ¿no le irás contando luego a la sinpiernas que hemos
estado hablando de esto? ¿no? Tiene muy malas pulgas esa y yo estoy
ya muy viejo para empezar otra guerra.
Amarula
está sentada viendo el Sol. Con los ojos cerrados. En el mundo
naranja.
-Niñas...tenemos
que irnos antes de que empiece a oscurecer. Coged vuestras cosas y
dar las gracias a este señor y en fila hacia la puerta.
-Adioz
Manolito. Otto día que vuelva me enseñas máz padabras de esas.
-Bueno,
señor como se llame, a pesar de que no tiene usted educación el
queso estaba muy bueno, muchas gracias. Y por cierto: 1.Axh7+ Rxh7
2.Cg5+ Rg8 3.Dh5 Te8 4.Dxf7+ Rh8 5.Dh5+ Rg8 6.Dh7+ Rf8 7.Dh8+ Re7
8.Dxg7++.
Jaque
Mate.
Efectivamente,
la reina, cae muerta en el acto sobre el tablero de ajedrez de una
partida ya antigua encima de la mesa.
-Joderrrrrrrrrrrrrr...
-¡Belinda!
8 de octubre de 2017
Olaia y la montaña mágica, capítulo 17
-No
me gusta la luz blanca- Amarula, flor de un día, lleva a Catalina
de la mano por el sendero chico que va al pueblo-, me da grima y me
recuerda al hospital ¿sabes, Catalina? Pero esta sí. Me calienta
los pies. Yo siempre tengo los pies fríos, Catalina. Cuidado, un
hoyo. Como si ya no fueran míos. Como si nunca hubieran sido míos.
-¿Falda
muscho?
-No
hemos dado ni cien pasos, Belinda.
-Fuez
yo ya eztoi canzada, Olaia.
Marta
va delante, abriéndo brecha, a veces, entre las telarañas que
cruzan el camino de tronco a tronco. Como no tiene manos se le pegan
a la cara como hebras de hilo. Pero quiere ir delante.
-No
puede ser...
-¿Qué
pasa, Marta?
Aquí
acaba su aventura. En un recodo. Tan pronto.
En
mitad del camino como un plomo, la fantasmagórica silueta de Marie
de La Mountaigne se cierne sobre ellas sin lugar a dudas. Quieta como
una piedra. Sin corazón como una piedra. Por algo la llaman la
monstruo, no porque no tenga piernas. Ahora dirá algo así como “¿Y
a dónde creéis que vais?”, con su repelente voz de aguarlo todo,
algo como que si no tienen sentido del ridículo, o algo como que se
les va a caer el pelo o algo como pero en qué estáis pensando. Esto
es motivo de expulsión. Si no de más. Algo bastante parecido a me
acabo de cargar vuestro plan, y lo estoy disfrutando.
-Voy
con vosotras.
Palermo,
Italia, y la cartera de Eugenio abierta enseñando la foto como si
fuera un marco sobre la mesita de noche de un hotelito con vistas al
Mediterráneo.
-¿Cómo
se llama?
-Olaia.
-¿La
quieres mucho, no?
-Más
que a ti seguro, cielo, que sólo te conozco de tres días, no te
ofendas, eres preciosa, pero cuando se me acabe el dinero ni siquiera
te vas a acordar de mi nombre.
-¿Por
qué lleva eso?
-Tiene
problemas en la espalda desde muy pequeña. Su columna vertebral es
como la de un gusano, sin eso puesto, se tambalea como una palmera
azotada por un viento huracanado hasta que termina en el suelo. ¿A
que es bonita? Con lo fea que es su madre...
-¿Pedimos
otra de champán?
-Y
más de esto...como se llame.
-Cannoli.
Ahí
está el pueblo. No es muy grande. Harán dos grupos. El primero que
huela a pescado, avisa al otro y luego...
-Catalina
está oliendo algo. Allí.
Pero
es un bar donde todavía huele a comida aunque ya esté cerrado. Y al
rato Marta aparece diciendo que hay dos pescaderías en el pueblo y
un mercado y...
-Tenemos
que venir de día.
Todas
se han quedado mirando a la profesora y pensando que es verdad, que
de noche, buscar una aguja en un pajar ya no es difícil, sino una
tontería.
-¿Y
cómo vamoz a zalir de día señorita Marie?
-Haremos
un excursión. Aquí murió un poeta. Hay una casa museo y un paseo
con su nombre. Y de esto nada a nadie. ¿Entendido? O le digo a la
directora que tenéis un gato.
6 de octubre de 2017
Olaia y la montaña mágica, capítulo 16
Han
puesto rejas en todas las ventanas del Fitzrovia. Más hierros Olaia,
más no puedes hacer esto o lo otro Olaia. Porque te doblas. Porque
tienes que estar ahí encerrada en ese artilugio para que te
sostengas-qué ironía-, porque sin él eres un peso muerto, porque
tú, Olaia, porque tú y la jaula. Han puesto rejas porque ¿cómo?,
¿cómo es posible que una niña de diez años se escape de un
colegio en mitad de la noche? Y ahora el centro tiene puesta una
querella. A lo mejor lo cierran.
-...y
tus padres y yo pues hemos pensado que si quieres...
-Quiero
quedarme.
“Quiero
quedarme porque tengo que matar a un hombre”.
Ninguna
quiere irse. Todas han dicho no, papá, estoy aprendiendo mucho aquí.
Papá
Ramón dice que si se diera de bruces con ese hombre le arrancaría
los brazos y le sacaría los ojos con los dedos gordos. Y a lo peor
le metía fuego. Por si acaso. Eugenio no ha venido. Está en Italia.
Con una italiana, claro.
-¿Nunca
te quitas ese lazo, hija?
-Nunca.
Si
Nuria hablara, si dijera qué rostro, qué voz, qué manos la tocaron
ahí de esa manera. Pero Nuria no habla. Y se ha quedado flaca. Y hay
que darle de comer con una cucharita. Y se hace pis encima.
Rejas
Olaia. Por todos lados para recordarte que...
-Así
que el plan es el siguiente, repasamos: cuando Leonor nos abra la
puerta desde el otro lado...
En
cuanto ha terminado el día de visita se han reunido en el baño y
han jurado con saliva en la palma de la mano lealtad a la banda.
Porque ahora son una banda.
-¿Puez
digo yo que adora vamoz a nezezitar un monbre no? Como en las
bedículaz.
-Claro
Belinda. Y un carnet firmado por la directora para salir del colegio
cuando nos de la gana.
-Pues
a mí me parece buena idea. Yo quiero llamarme Cobra.
-Y
yo Flor de Lis.
-¿Pero
qué os pasa? ¿Os hace gracia? ¿Es divertido escapar de noche del
colegio para ir al pueblo a seguir un rastro de olor a pescado?
¿Quién va a rajarle la garganta cuando lo encontremos? ¿Tú
Amarula? ¿Tú, Marta? ¿Con qué manos?
-Si
tuviera manos te aplaudiría, Olaia. Tenemos miedo. ¿No lo ves? Un
nombre no estaría mal, uno que...
-Yo
había fensado que noz podiriamoz llamar...
-Esto
no es un juego. Creo que mejor lo voy a hacer sola.
-No
puedes hacerlo sola. Nos necesitas. Somos una banda.
Amarula
habla muy bajito hoy. Como sin ganas. No ha contado ni un chiste y
cada vez tiene más ojeras. Su lo que sea que se la está comiendo se
ha hecho grande dentro dijeron los médicos en su última visita al
hospital. Que duerma mucho y que no haga grandes esfuerzos. Que
paciencia. Que podría ser peor. Porque hay cosas peores que morirse
le dijo la Yaya, te lo juro Amarula, si hubieras visto cómo la gente
caía destrozada por las bombas, sin brazos ni piernas ni ganas de
nada en medio de la calle cuando uno iba a por el pan o a echar el
correo, cómo entraban en las casas y le quitaban la ropa a las
mujeres y allí mismo también le quitaban todo lo demás, delante
del marido, y luego mataban al marido, le decían, ¿lo has visto
cerdo?, y le metían un tiro en la frente y lo firmaban diciendo,
esto de parte del Caudillo, por rojo. Pero lo muertos, Amarula, se
quedaban muy blancos y sin brillo en los ojos. Y a los días azules,
y a lo poco, grises y sin pelo.
-Y
du seraz la jefa. Como ered la mayor...que había penzado yo un
nombre...
Pues
una se lo dijo a la otra y la otra a la una y ahora están ahí,
esperando a que Olaia diga, vale, somos una banda y nos llamamos...
Y
fue porque Leonor le dijo que muy bien, claro, muy bien; pero que
cómo pensaba salir del colegio. Que ella sabía. Sabía escaparse de
muchos sitios. Sabía escaparse de fregar los platos en casa poniendo
caras lindas, y de ir al colegio fingiendo una fiebre acercando la
cara mucho al tostador. Sabía escapar de que papá la riñera cuando
se levantaba de noche a comer helado y cuando dejaba los deberes sin
hacer para ir a jugar a la parte de atrás de la casa a buscar
hormigueros y ver dónde acababan, sabía hasta olvidar las cosas que
no quería recordar, como el día que vio a su tío Alberto meter la
mano debajo de la falda de mamá y a mamá con los ojos cerrados y la
boca entreabierta, sabía escaparse de la realidad como un Houdini,
sabía, incluso atravesar paredes.
-¿Alguien
ha visto cómo lo hace?
Nadie.
Pero Leonor está afuera abriendo la puerta del colegio.
Son
las tres de la madrugada y hace frío y ninguna sabe qué hacer
ahora. Habría que verlas, unas cuantas niñas encogidas cómo
pájaros al relente dispuestas a encontrar a un hombre malo allá
donde la policía y la guardia civil con todo sus efectivos y coches
y helicópteros no tuvo ni un asomo de suerte.
-Yo
digo que es por allí.
-¿Y
por qué por allí, Marta?
-Porque
si no es por allí será por otro sitio ¿no?
Habría
que verlas, que entre todas no arman una sola. Y se han traído a
Catalina. Porque Catalina es de la banda. Y a lo mejor, lo mismo que
la lluvia antes que llueva, huele a pescado antes que nadie.
-¿Seguro
que te encuentras bien, Amarula? Deberías quedarte. No haces buena
cara.
Un
día Amarula vio una hojita caerse de un árbol. Planeo como un
aeroplano por el jardín atravesando las matas de romero y fue a
parar sobre el capó de un coche un momento y enseguida el viento la
elevó de nuevo para llevarla a soplidos hasta la otra acera y
posarla en el alfeizar de alguna ventana hasta que una señora abrió
de par en par y de nuevo la hojita emprendió el vuelo hasta un
balcón donde un perro la estuvo olisqueando hasta que otra vez
volvió a su ruta de aire y terminó por caer de bruz sobre el
asfalto y antes de que se diera cuenta la furgoneta del reparto de la
leche le pasó por encima y la dejó allí aplastada como el tatuaje
de un marinero y entonces, llovió, y el agua la arrastró lentamente
como en un entierro hasta una alcantarilla, adiós, hojita adiós.
-hay
cosas peores que morirse, Olaia.
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